18 julio 2007

0300 Buenos Aires - Argentina - Defensoría del Pueblo

En octubre pasado se puso en marcha en la Ciudad el servicio de arbitraje de la Defensoría del Pueblo. Parecía una más de las tantas iniciativas que declaman buenas intenciones y muestran pocos resultados. La buena noticia es que ya funciona y, además, acaba de solucionar el primer caso, el de un vecino de Flores que reclamaba a una entidad de jubilados por un descuento en su salario que no le correspondía (ver: Se resolvió a favor de un vecino el primer arbitraje de la Ciudad).

El arbitraje es una herramienta creada para solucionar conflictos entre vecinos y/o empresas que busca evitar el trámite más complejo de los tribunales. Un golpe a la llamada "industria del juicio", alimentada por el escaso apego cívico a la armonía y también por abogados oportunistas. Es una instancia superior a la mediación, ya que es de cumplimiento obligatorio, y, además, aporta a la descongestión de los juzgados, atosigados con pleitos cotidianos por medianeras y ruidos molestos, entre otros, que quitan espacio y tiempo a causas de mayor peso.

La calidad institucional de un país mejora con buenos dirigentes, pero también, y sobre todo, con buenos ciudadanos. El instituto del arbitraje permite eso, una mirada diferente del conflicto. Es ingenuo suponer una vida social despojada de tensiones y desacuerdos. Lo que distingue a las sociedades pluralistas y abiertas, de las otras —autoritarias, y resistentes al cambio— es el modo y el tiempo en que los resuelve. Rápido y con equidad. O a través de un tránsito lento y a veces sospechoso. Claro, es indispensable que este aporte a una mejor convivencia venga en un envase mayor, en un modelo contenedor y abarcativo, llamado política. Sin ella, las naciones no progresan: terminan discutiendo por la medianera y no por la justicia del orden social.


(Fuente: Clarin.com)

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